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lunes, 31 de agosto de 2020

Debussy, mucho más que Claro de Luna

Una de las obras más conocidas del gran pianista Debussy es la famosa composición Claro de Luna. Hay otro Claro de Luna del gran Beethoven, pero no tiene nada que ver con la obra de Debussy, aunque éste sea también una gran figura de la música clásica.

El pianista francés cuenta con muchas más obras en su repertorio que influyeron enormemente en la época del s. XIX y principios del XX. Debussy fue un adelantado en su época, y se le conoce como uno de los grandes precursores del impresionismo musical, casi nada.

¿Y qué es eso del impresionismo musical? Pues una corriente musical (que os explicaremos más adelante) surgida en la época del artista que ocupará las líneas de este artículo, porque los clásicos también son importantes en la música y para (absolutamente) nada, están reñidos con otros estilos como el Rock o el Metal (por poner algún ejemplo).

Os pueden gustar bandas muy cañeras, y al mismo tiempo clásicos como Mozart, Beethoven o Chopin, por mencionar algunos compositores. Y por eso dedicamos estas líneas al pianista francés Claude Debussy. Pero empecemos por el principio, y hagamos un breve repaso a la historia musical y personal de este genio del piano.

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Debussy, un músico rebelde

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La historia de Debussy podría ser de lo más actual, pues refleja a muchos músicos que comenzaron muy jóvenes en la música, pero no obtuvieron éxito hasta una edad adulta.


Claude Debussy era un niño que provenía de una familia humilde que, en un principio, no tenía relación alguna con el mundo de la música. Era el mayor de cinco hermanos, y nació a mediados s. XIX, en 1862. Su madre trabajaba como costurera, y su padre, en una pequeña tienda de porcelana.

Durante la guerra franco prusiana, él y sus hermanos pasan un año en casa de una de sus tías maternas, y es allí donde le pica el gusanillo de la música a nuestro protagonista. Empieza con siete años a dar clases de piano, y parece que al muchacho se le daba bien.

Sí que era un niño prodigio, porque hizo las pruebas para entrar en el conservatorio, y ¡sorpresa! entró a la primera (y eso que los maestros más conservadores de aquella época se oponían). Y sabéis qué? Que les calló la boca a todos, porque sólo llevaba dos años en el Conservatorio y empezó a coleccionar premios y medallas… Estos conservadores….

Nuestro protagonista siguió sus estudios de piano y composición, y muy pronto comenzó a componer sus propias obras. Durante sus primeros años compuso también varias obras para otros músicos, y algunas piezas para danza.

En la actualidad, cualquier banda que saque nuevo material hace una gira de presentación, ¿verdad? Pues eso mismo hizo Debussy, hacer una gira que le llevó a diferentes localidades de su país, y también a otros países como Italia, Suiza o Rusia, por poneros algunos ejemplos.

Aunque no consiguió mucha fama, sí que es cierto que conoció a algunos de los grandes compositores y artistas del momento, como Wagner o Listz.


Durante su estancia en la capital italiana le otorgaron el prestigioso Premio de Roma por su obra L’enfant prodigue. Este premio le permitió continuar sus estudios, y es entonces cuando se maravilló con la música sacra de algunos compositores del s. XVI.

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Estuvo un par de años en Roma, pero no se encontraba muy cómodo, no le gustaba la comida de allí, ni la compañía de la gente de la que se rodeaba, ni la ópera italiana, nada de nada.

Esta época viene también marcada por sus aventuras amorosas. Tuvo como amante a una mujer casada con la que mantuvo una relación de siete años. Estaba enganchadísimo a ella, y le inspiraba a la hora de componer, con lo que le dedicó una gran cantidad de obras.

Su vida amorosa fue muy movidita, la verdad, se casó y se separó, tuvo amantes, y fue muy criticado por este comportamiento. A todo ello se le sumaban las deudas financieras y su irresponsabilidad a la hora de manejar el dinero. De hecho, se ganó la enemistad de los que habían sido amigos suyos como Ravel o Ernest Chausson.

Finalmente dejó a su mujer, y volvió a casarse con una de sus amantes, Emma Bardac, con la que permaneció hasta el fin de sus días. Pero dejemos el amarillismo de lado, y centrémonos en lo musical.

Durante su estancia en Roma, compuso algunas odas, cantatas y piezas orquestales de las que destacan Zuleima, Printemps o Ariettes oubliées, entre otras.

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Debussy quería seguir su propio camino musical aunque algunos le criticaran, y, aunque visitaba frecuentemente Roma por sus escarceos amorosos, abandonó la ciudad italiana para volver a París en 1887.

El regreso de Debussy a París y sus últimos años

Su regreso a París supuso un antes y un después en su trayectoria musical. Era un gran amante de la poesía, y se sentía muy atraído por la vida bohemia de París.

Debussy asistía a óperas y conciertos en los que encontraba inspiración, aunque con algunas obras y autores era muy crítico. Se vio influenciado por grandes artistas de la época, pero su visión iba más allá, separándose en lo musical de los clásicos, y dándole una vuelta de tuerca.

Le atraían otros sonidos, como la música oriental, el bel canto francés, y el colorido de la música orquestal, lo que se vio a posteriori plasmado en muchas de sus obras. Estas influencias sonoras las vemos en algunas de sus composiciones, como en algunos de los movimientos de su suite para piano Pagodes.

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La música y obras de Debussy se consideraban impresionistas, que, al igual que en el arte, trataba de expresar lo inusual con variaciones y cambios de tempo y timbre, siempre al gusto del compositor. Pero el pianista no se consideraba impresionista, sino realista, es decir, alguien capaz de cambiar la realidad (en este caso la realidad musical).


En esta época es cuando el compositor escribe su obra más conocida, la Suite Bergamasque, en la que en contramos la pieza Claro de Luna. Fue escrita en 1890, aunque se publicó mucho más tarde, en 1905. Esta suite se mantuvo en la oscuridad (metida en un cajón seguramente) porque Debussy consideraba que no tenía el nivel mínimo de otras de sus composiciones más modernas. Nunca sabremos qué hubiera pasado si la hubiera publicado en su momento. Cosas de músicos, qué le vamos a hacer…

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En el mundo musical ya se había hecho un hueco y gozaba de cierto prestigio, pero el resto del mundo ignoraba su existencia. Fue a principios del s. XX cuando su nombre saltó a la fama gracias a su obra operística Pelléas et Mélisande, que tuvo muchas críticas, ya que rompía con la tradición musical.

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Tras el éxito de esta ópera, Debussy siguió con su arduo trabajo compositivo, y salió a la luz una de sus obras orquestales más importantes, La mer, que se estrenó en 1905.

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Ese mismo año nace su única hija, a la que escribe y dedica una suite para piano llamada Children’s Corner, que consta de varias piezas escritas en latín y en inglés. Lamentablemente, la pequeña murió por la epidemia de difteria, causando un gran pesar en el compositor.

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Pero el pianista siguió adelante, y en 1909 dirige Preludio a la siesta de un fauno y Nocturnos en Londres, afianzando aún más su éxito como músico y compositor. En este período,es diagnosticado de cáncer, pero esto no le impidió trabajar en lo que más amaba, su música.

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Entre sus últimas obras se encuentran las más representativas de este período, entre las que encontramos dos libros de Preludios para piano y su obra orquestal Images y El martirio de San Sebastián.

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Debussy alcanzó la fama a los 40, y falleció a los 55 años a causa de un cáncer. Fue un niño prodigio, un visionario, un rebelde de su época, un mujeriego, un bohemio, pero, sobre todo, amaba la música por encima de todas las cosas, y lo demostró en todas sus composiciones.

Claude Debussy dejó un legado musical muy importante, y, a pesar de su fama tardía, fue un gran precursor del impresionismo musical, bueno, del realismo (que a él le gustaba más este término). Influyó posteriormente en otros compositores que bebieron de sus obras, y como habéis podido comprobar, Debussy es mucho más que Claro de Luna.



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